Hablemos primero del clima, la semana antes de navidad la columna de mercurio bajo hasta 2 grados y durante la noche descendía un poco más. Ok, no me voy a quejar sino mis amigos en otras latitudes europeas se sentirán ofendidos. Digamos que viviendo en Roma estás bajas temperaturas no son muy frecuentes, y menos la ausencia del sol, que más o menos desde el 23 de diciembre que no lo veo brillar y los pronósticos para el fin de año no son alentadores.
Luego de esta pequeña introducción pasemos al meollo del asunto. Señores aquí no se oye gaitas, no bailan, no cantan, las navidades en Italia no son homogéneas, cada región, cada familia tiene su propia tradición y principalmente lo que se hace es comer...
Como primer plato una pasta con pez espada y camarones con un toque picante que le daba magia. Este año el primer plato cambio creo que de yo tanto burlarme, porque la tradición -no se si de esta familia o en Roma- es pasta con atún en salsa... atún de lata señores. Así que un OLÉ por el cambio, porque pasta con atún de lata la preparo cuando me quedo sin provisiones.
El segundo plato no estaba en nuestras manos, ni podiamos influenciar en el menú, así que nos tocó unos camarones al horno inspirados en el merengue sin letra, no sabían a nada.
Los dulces son los mismos, y el panettone con nutella agarra otro color.
Para el fin de año seguramente otro menú, pero esencialmente la cosa no cambia, te sientas comes, y entre un plato y otro te dará la media noche... Como tradición se comen las lentejas, se brinda al año nuevo, y se suele usar ropa interior de color rojo y no amarillo como en Venezuela.
Y luego de esta experiencia valoro más mis hallacas y mi pan de jamón. Y la tradición venezolana, que me pertenecerá para siempre, pero cada cultura tiene su propia tradición, y me alegra poder combinarlas, y todas tienen algo en común: compartir.
Feliz Año nuevo, que venga cargado de buenas energías... y más viajes.
Anita te estamos esperando...