Las propinas

Siempre me ha llamado la atención la interpretación y el uso de la propina que cada país tiene. Los gringos por ejemplo acostumbran dar el 10% del total, quizás por eso son los más esperados por los camareros. Algunos países incluyen el 10% del servicio en la factura, como en Venezuela por ejemplo. En Italia usan agregar a la cuenta un extra por persona servida, que va desde 1 a 2 euros; y luego la gente es libre de dejar o no una propina. En Japón es el caso contrario, es mala educación dejar propina, no pretenden la propina e incluso se ofenden si la dejas porque la ven como símbolo de superioridad.
En general algunos lugares no colocan este 10% al total y dan libre albedrío al bolsillo y generosidad de los clientes, así muchas personas dan la propina de acuerdo al servicio que han recibido, permitiendo que la subjetividad y la percepción hagan de las suyas.
Ahora cuando viajas a un país donde el sueldo mensual equivale a la camisa que llevas puesta (sin vestirte de marca) ¿es justo que al muchacho o a la muchacha que te ayuda con las maletas o te sirve la comida le des una propina que equivale al sueldo de la persona que está todo el día en el campo recogiendo plátanos o té?

¿Cuándo das una propina, una camisa, un par de zapatos, estoy cambiando algo? ¿Puedes cambiar el curso de una economía o de una sociedad con un mínimo que a ti no te cambia nada y que para esa persona puede representar mucho, poco, algo, o simplemente nada?
Seguramente no existen respuestas precisas, correctas, o fórmulas mágicas que den como resultado lo justo o injusto. Seguramente cada quien es en grado de darse sus propias respuestas basándose en sus propios principios, valores y creencias según el contexto.
Personalmente creo que no puedo cambiar significativamente el curso del mundo, pero quiero creer que la suma de pequeños gestos, pequeñas acciones pueden mejorar o aliviar la fatiga de hombres y mujeres, aunque sea sólo por un momento.
Tu que lo tienes todo no eres mejor que ellos y es sólo cuestión de suerte, porque como ya han dicho por ahí, la suerte es una cuestión de geografía. Y justamente esta reflexión de este post nace en Uganda.